Uno de los elementos patrimoniales procedentes de nuestro municipio más reconocidos, el mosaico romano de las estaciones, los meses y los signos del zodiaco, ocupa, desde su remodelación un lugar de privilegio en las salas del Museo Arqueológico Nacional (MAN).El Museo, cerrado durante bastantes años, sufría una notable metamorfosis, tanto en el edificio que lo alberga, en el que se realizaba una costosa remodelación, como en su contenido y discurso expositivo. Junto a otras piezas de renombre como la Dama de Elche, el monumento de Pozo Moro, o el estandarte de Pollentia, el Mosaico de las Estaciones ocupa la zona central de una de las salas, concretamente la número 21, dedicada a la Hispania Romana.
Desde su reapertura, han sido miles los visitantes que han recorrido las remozadas salas del edificio de la céntrica calle Serrano de Madrid, en una exposición muy visual, con pocos textos, y que cuenta con la ayuda de elementos interactivos y medios audiovisuales.
El Mosaico de las Estaciones ya estaba expuesto en el anterior discurso expositivo de esta institución. De hecho, este importante elemento, datado a principios del siglo III d.C., está custodiado en el MAN desde 1940, momento en que Vicente Garaulet, propietario de la Cerámica en la que apareció, lo donara cinco años después de que unos operarios lo descubrieran al realizar unas obras de ampliación en la antigua fábrica de ladrillos que regentaba.
Este mosaico, único por su temática, no es el único elemento importante exhumado de este yacimiento, conocido tan solo de forma parcial. En el lugar que ocupaba la desaparecida Cerámica de Garaulet, así como en los terrenos aledaños, cercanos al manantial de La Fuente, existió, con toda seguridad, una villa de época romana de la que solo se conocen algunos datos, derivados de algunas intervenciones parciales efectuadas a lo largo de los últimos ochenta años.
Ya en 1926 se realizaron aquí los primeros trabajos, una vez que en noviembre de 1923 se encontrara un primer mosaico en forma de “U” con motivos geométricos y varias representaciones de animales salvajes. Estas labores arqueológicas, realizadas desde el Museo de Albacete, consiguieron determinar que este primer mosaico era el pavimento de una atrio de la zona noble de la villa. Los trabajos de excavación se retomaron en 1941, tratando de contextualizar el hallazgo del segundo de los mosaicos localizados, el de las Estaciones, documentando varias estancias pertenecientes al área residencial de la villa.
La investigación de este lugar cayó en el olvido hasta la década de los años 80, momento en el que se realizó una intervención de urgencia en la que se documentaron varios hornos y unas tumbas de época visigoda, que seguramente reutilizaron el lugar una vez abandonada la villa. A comienzos de este siglo la construcción de unas viviendas unifamiliares cercanas propició la realización de nuevas intervenciones, en las que se recuperaron nuevos fragmentos de mosaico.
La última intervención en el complejo se realizó en el solar frontero al de la Cerámica, como paso previo a la construcción de un bloque de viviendas que nunca llegó a erigirse. Allí, hace escasos años, se documentó parte de un complejo termal relacionado con la villa, con salas calefactadas y restos de pintura mural.
Todos estos datos dispersos dejan claro que en el lugar en el que apareció el mosaico que hoy en día se expone en Madrid hubo un tiempo en el que existió una villa de considerables dimensiones e importancia. Un elemento de nuestro patrimonio del que solo conocemos fragmentos y del que mucho ya no se podrá recuperar, pero que sin duda merece el conocimiento y el reconocimiento de los ciudadanos.
Tolmo de Minateda