sábado, 23 de marzo de 2019

Escipión el Africano en Hispania (Batalla de Ilipa)


La campaña del 206 iba a ser la última de las de Escipión el africano en Hispania e iba a suponer el fin definitivo del poder cartaginés en la Península. Los cartagineses, durante ese invierno, habían logrado rehacer sus maltrechos contingentes militares, gracias a la cuantiosa ayuda económica que Cartago envió. Los dirigentes púnicos se habían convencido de que la única esperanza que le quedaba a Aníbal era que los cartagineses recuperaran el dominio de la Península Ibérica y, lo que era más importante, la explotación de sus riquezas, indispensables para continuar la guerra. Para ello, en primer lugar, se debía derrotar a Escipión y acabar con el prestigio que éste había logrado entre los pueblos peninsulares. Con el dinero enviado por Cartago, Asdrúbal Giscón y Magón lograron contratar a ingentes cantidades de iberos y armar un ejército de más de 50.000 hombres, 70.000 según Polibio, y 4.500 jinetes. Con este potente ejército Asdrúbal Giscón estaba dispuesto a no rehuir el combate, como sucediera el año anterior. Salió de Cádiz para acampar en las cercanías de Ilipa (Alcalá del Río), desde donde retó a Escipión en la esperanza de que éste aceptara la lucha.
Enterado Escipión del movimiento de los cartagineses, partió de Tarraco con dirección a Sierra Morena, pero antes ordenó a Silano que recogiera las tropas que Cuica les había prometido durante en invierno, a la vez que él, en su avance, iba recogiendo pequeños contingentes de tropas que se les unían. Cuando estaban en las proximidades de Cástulo se les unió Silano, que había cumplido las órdenes del general y traía consigo 3.000 hombres y 500 jinetes. Con estos refuerzos el ejército de Escipión contaba con 45.000 hombres, sumada la caballería y los aliados. Era algo inferior en número al cartaginés, pero con una moral de victoria muy superior, pues la fortuna les había sonreído durante los últimos años.
Llegado Escipión a poca distancia del lugar que ocupaban los cartagineses, comenzó a levantar y fortificar su campamento en unas lomas, que en la actualidad reciben el nombre de Pelagatos. Como medida de seguridad, Escipión ocultó tras una loma un fuerte contingente de caballería, para que les protegiera mientras montaban el campamento, e intervinieran en caso de necesidad.
Magón, que desconocía las precauciones tomadas por Escipión, pensó que éste era un momento idóneo para atacar, abalanzándose contra el campamento romano con gran parte de la caballería y con las tropas africanas, bajo el mando de Masinisa. La refriega fue intensa, pero los cartagineses se vieron rápidamente sorprendidos por la caballería romana que Escipión había ocultado. También acudieron rápidamente los manípulos ligeros, que estaban de guardia, así como parte de los soldados que realizaban los trabajos de fortificación.
El ataque por sorpresa, que pretendían Masinisa y Magón, no había surtido el efecto deseado, al contrario, la retirada primero y desbandada después, a la que se vieron obligados los cartagineses, sirvió para fortalecer aún más la moral de los romanos. De nuevo Escipión demostraba que no dejaba nada al azar y que era capaz de adelantarse a todos los movimientos del enemigo.
Los días que siguieron fueron de simple tanteo sin llegar a enfrentamientos pero que sirvieron a Escipión para observar la táctica enemiga. El día que decidió tomar la iniciativa ordenó que sus hombres estuvieran preparados y alimentados muy temprano y con las primeras luces comenzó el ataque. Asdrúbal, sorprendido, no tuvo tiempo de meditar sobre los movimientos que los romanos acababan de hacer y sacó apresuradamente del campamento a sus hombres que aún no se habían alimentado y los mandó formar. Esta situación formaba parte de la estrategia de Escipión, que mantuvo desconcertados a los cartagineses esperando el ataque, que no fue hasta bien entrado el mediodía, de modo que su falta de alimentación conllevara el debilitamiento físico y psíquico de las tropas púnicas. El desarrollo de la batalla era tan desfavorable a los africanos que decidieron huir, pero en esta ocasión Escipión sí ordenó la persecución del enemigo pues sabía que ningún otro ejército podía acudir en ayuda de sus contrarios, obligándolos a presentar batalla la cual fue una masacre. Asdrúbal huiría a Cádiz. 
Probablemente fue tras esta batalla cuando Escipión fundó el primer asentamiento romano en Hispania, en las proximidades de Santiponce (Sevilla), que recibió el nombre de Itálica.

Mural CV

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