Aunque derrotados, los pompeyanos, llevados por los hijos de Pompeyo, aún tendrán fuerzas para plantear un último combate, esta vez en Hispania, donde eran más fuertes. El mismo César llegó a Hispania en el año 46 a.C. La batalla definitiva se produjo en los campos de Munda.
Los pompeyanos, dirigidos por Labieno, formaron a sus trece legiones con las espaldas protegidas por Munda y por su propio campamento. En total, disponían de 73.000 hombres, con las legiones en el centro y los auxiliares y la caballería a los lados. Enfrente, tras el arroyo de Cacherna, César dispuso a sus 41.000 hombres, con los flancos cubiertos por la infantería auxiliar y la caballería.
Cuando las tropas de César cruzaron el arroyo, ambas caballerías se enfrascaron en la batalla, mientras que las legiones V y III de César aguantaban a la desesperada. Entonces llegó el turno de la X, la mejor legión cesariana, quien amenazó con romper el ala derecha pompeyana. Labieno ordenó entonces a la última legión de su flanco derecho acudir en ayuda del izquierdo. Para cubrir el hueco, los auxiliares pompeyanos se desplazaron a su izquierda, dejando un espacio que fue aprovechado por la caballería de César para avanzar y atacar a la pompeyana, poniéndola en desbandada. La línea de los pompeyanos se había roto y la batalla estaba ya decidida. Los legionarios de César masacraron al enemigo, atrapado entre sus espadas y las lanzas de la caballería. Unos 30.000 pompeyanos murieron en Munda. Los que pudieron huir se refugiaron en la misma Munda o en Córdoba, entre otras ciudades pompeyanas. César no tardó en tomarlas.
Era el año 45 a.C. y César volvía nuevamente a Roma como vencedor de una guerra civil que había durado tres años.
(ArteHistoria)
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