Una villa del siglo III d.C. Su ocupación se prolongaría durante casi doscientos años, constatándose su vigencia hasta el siglo V d.C., y que permite comprobar las distintas fases constructivas de las estancias que la componen.
El Imperio Romano sufre a partir del siglo III d.C. un proceso de decadencia de la vida urbana y de ruralización de la población, que repercutiría en la organización social y económica de sus territorios, pasando a disponer de la villa como forma preferente de ocupación de las tierras. Este tipo de villas agrarias aspiraban a alcanzar el mayor nivel de autoabastecimiento posible y entre sus principales actividades se encontraba la agricultura cerealística. Los excedentes sirvieron para establecer relaciones comerciales, propiciadas por la proximidad de la Vía Augusta. La importancia económica de este núcleo haría que pequeños establecimientos agropecuarios dependieran de su orbe, propiciando el poblamiento de la zona y la roturación de los campos.
En la villa se han hallado estancias de diversa índole. Unas, dedicadas a almacenamiento, con restos de ánforas y ollas; otras, dedicadas a talleres de hilatura, cocinas, dormitorios y patio de la casa. En la excavación se rescataron restos de cerámica del siglo IV d.C., con objetos importados cuyos sellos pertenecen a centros productores muy lejanos. También un muestrario numismático con piezas con la esfinge de los emperadores Magencio, Claudio II, Constantino I, Constante, Constancio II y Constancio Galo. Las causas del abandono de esta villa romana plantean cierta incertidumbre, ya que la fecha se sitúa en torno a los primeros años del siglo V d.C., por lo que cabe la posibilidad de que el enclave fuera asolado por los vándalos en el 409 en su camino hacia Carthago Nova.
Historia de la Ciudad de Lorca
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