Era sin duda una actividad muy dura y masculina. La epigrafía, las fuentes literarias y la iconografía así lo ratifican. Tal vez una encargada, o la propia dueña del establecimiento, podrían ocuparse del contacto con el público y de otros trabajos.
Recientes hallazgos demuestran que las telas y vestidos que llegaban a la tintorería para ser retintados (officina offectoria) o a la lavandería (fullonica) eran etiquetados en la recepción del taller para que, tras el tratamiento, pudieran ser identificados. Tal vez ese tipo de trabajo es el que permite que encontremos a mujeres en documentos como la tabla de Sasamón, que reúne a los miembros de un colegio cultual (entre ellos varios fallones), como determinó Waltzing.
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