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Pesa de telar |
En la Antigüedad, tanto la producción familiar de tejidos, destinados al uso doméstico, como la producción profesional cuyo destino era la venta al exterior, se hacían con la fuerza humana y, lo más importante, sobre instrumentos de trabajo semejantes. No existía la doble vertiente que encontramos hoy en ese mismo ámbito: la artesanía textil que emplea «instrumentos tradicionales», frente a la industria textil realizada con las más sofisticadas maquinarias. La diferencia entre los resultados obtenidos no radicaba, por tanto, en el instrumento utilizado ni en la técnica básica llevada a cabo con ellos; el resultado dependía de la preparación de la persona que lo manejase. Lo que distinguía el trabajo privado del profesional era la intencionalidad con la que el tejedor/a lo realizaban: subvenir a las necesidades del propio hogar o bien cubrir las de la demanda pública. La primera opción no era tampoco nada desdeñable económicamente, dado que las personas que tejían para su casa (o sus esclavas) solían colocar en el mercado el sobrante de lo que producían. El Edicto de precios de Diocleciano incluye una amplia serie de artículos tejidos con sencillez «para uso del pueblo llano y de los esclavos». Resulta obvio que ese trabajo doméstico también es profesional si el producto se vende.
De una tumba ibérica de incineración de El Cigarralero conservamos el único telarcito de placas de la Península, junto al cual se conservaban interesantes tejidos de lino, algunos claramente realizados con ese instrumento. La cerámica ibérica cuenta con escenas de gineceo que constituyen un conjunto muy interesante, por contenido y número. La hilandera del pinax de La Serreta (Alcoy), posiblemente formó parte de una escena de taller. Desgraciadamente, conservamos solamente la esquina superior izquierda de un telar de pesas. El fragmento de Liria antes mencionado se completa con la tejedora sentada frente al reducido y extraño telar.
Una estela de Lara de los Infantes nos muestra a Atta Altica en pleno trabajo ante su telar vertical de pesas y provista de dos instrumentos que le son precisos: la espátula y el peine para apretar y ordenar la trama. Curiosamente, como en el epígrafe no aparece indicación escrita de oficio, nadie suele incluir este testimonio al hablar de los oficios de mujer en la España romana.
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