En la entrada del centro comercial encontramos los restos delo que parece ser un núcleo rural fundado en el siglo I antes de nuestra era (a.n.e). Esta villa romana, junto con la de Can Maiol (Felanitx) y Son Sard (Son Servera) son las únicas villas excavadas consideradas de nueva planta. Estas serían parte fundamental del mundo rural mallorquín, formado también por una infinidad de núcleos de origen talayótico que continuaron su desarrollo social más allá de la conquista romana del año 123 a.n.e.
La villa de Sa Mesquida se encuentra a unos 500 metros del mar, en medio de una antigua llanura fértil, apta para el cultivo y para el desarrollo de un núcleo rural con una intensa actividad agropecuaria.
Del yacimiento arqueológico de Calvià podemos destacar dos áreas muy diferenciadas. Por un lado, encontramos un conjunto de 6 habitaciones dispuestas en torno un patio central descubierto donde hay un pozo. De este sector del conjunto tenemos que destacar una serie de estructuras. La primera, es una estructura asociada a la producción de salazón o relacionada con la producción de vino. La segunda son los restos de un horno de cerámica común hecho a turno. Este es el primer horno de estas características documentado en la isla y demuestra que en el yacimiento se desarrolló también una actividad alfarera de alcance local o regional. Este tipo de cerámica está clasificada dentro de las cerámicas comunes producidas en muchos lugares del Imperio.
Esta primera área, fundada en el siglo I a.n.e., fue destruida a finales del siglo II. Los motivos de esta destrucción nos son desconocidos.
En la segunda zona del yacimiento encontramos los restos de una cisterna, utilizada como vertedero a lo largo de los siglos V y VI. En ella se documentaron toda una serie de materiales anfóricos, vajilla, cerámicas comunes y de cocina, gran cantidad de restos de fauna, vidrio, metales y elementos arquitectónicos. Las cerámicas, de varias provincias evidencian el intenso contacto que tuvo, no sólo este pequeño núcleo rural sino la isla de Mallorca, con otras zonas del Mediterránea como la Península ibérica, el norte de África o el sur de la Galia (ahora Francia).
Por lo tanto, volvemos a ver en este yacimiento la importancia del actual Santa Ponça con el mundo exterior. Y dentro de este enclave estratégico no podemos dejar de lado la cala del mismo nombre, donde llegarían y saldrían mercancías de todo tipo. De estas, se pueden destacar por ejemplo el vino de Italia o de la Tarraconense o el aceite de la Bética, muy preciado en varios lugares del Mediterráneo.
Te invitamos a imaginarte cómo sería la actual Santa Ponça a lo largo de los siglos I-VI: un lugar rural en plena efervescencia de las tareas agropecuarias beneficiadas por una llanura fértil que favorecería el desarrollo de la población del momento. Un espacio muy diferente del que podemos observar hoy en día.
Arqueomallorca
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