La calzada S-4 salía de la población de Sos por el llamado portal del Mudo, bajaba por el costado del único edificio que existe frente a dicho portal y rodeándolo continuaba descendiendo suavemente (todavía visible su trazado) unos doscientos cincuenta metros, quedando cortada aquí por la carretera actual que se dirige a Sangúesa. Atravesada ésta, prosigue descendiendo entre el monte natural a la derecha y a la izquierda una verdadera montaña de escombros y basura que arrojaron allí hace un par de años.
Después de un trecho, casi oculta la calzada por la basura y sorteando obstáculos, se llega a una enorme roca natural, de 6 m de larga y 1,5 de ancha que la atraviesa en diagonal que no hizo falta acondicionar. Continuando con el firme constituido de piedras de pequeño tamaño en su día sobre barro, cubierto de hierba y al parecer intacto sobresaliendo algunas piedras, hay trozos de roca natural, algunas hileras transversales y paredes de sujeción de calzada con espesores de cincuenta y sesenta centímetros mediante piedras de mampostería unidas con barro, en algunos sitios enormes piedras hacen de muro de contención. En los últimos 20 m hasta llegar a unirse con la carretera, ya no existe el firme, al lado hay una nave agrícola y a escasos metros de allí el cruce de carreteras, Navardún a la derecha, Sangüesa al frente e izquierda a Sos. La longitud de este trayecto es de aproximadamente 600 m. distancia desde el cruce de la calzada principal hasta el vado del barranco es de 260 m.
Pasado el barranco la calzada aparece a los 40 m y en bastante mal estado. Después de unos 20 m de recorrido, una roca natural atraviesa el ancho de la vía, de hasta 70 cm la parte más alta, que se tuvo que salvar, hoy ha desaparecido el relleno; continúa unos 100 m para después y durante 150 m no haber más que piedras de pequeño tamaño y aisladas con la pared de contención clásica, desapareciendo ya la vía. Aquí, he seguido un camino muy ancho que lleva a varios corrales donde es muy abundante la piedra más o menos trabajada, pero no aparece cerámica romana, un poco más adelante corta el paso a la posible vía un barranco, con una profundidad de 3 m en una orilla y 4 en la otra, no hay indicios de que hubiera un puente, al otro lado del barranco y muy cerca hay un camino que viene de la carretera de Sangüesa a Sos entrando por la granja, en este lado y a medio camino, se ve cerámica romana pero no en cantidad, tampoco hay vestigio alguno de calzada.
Vuelto atrás donde había dejado el camino de los corrales, y después de examinar el terreno cubierto por la maleza y muy difícil de ver, hay un ramal en terraplén bien marcado, notándose su relieve al pisar encima de la hierba que lo cubre, dirigiéndose a unirse de nuevo con la calzada dejada al principio. No es normal construir una desviación que tras una gran curva vuelve de nuevo tras 1 km a la que antes ha dejado. Es posible que cruzara el barranco descrito anteriormente por un puente de madera y unirse a la calzada Sos-Filera -Sangüesa. No existen piedras por los alrededores, salvo en los corrales, que confirmen un puente de piedra.
Estamos en época de siembra y los tractores pasan por este camino con más frecuencia, entonces limpian las orillas de ramajes que lo estrechan y echan tierra encima, cuando las lluvias son fuertes el agua suele dejar de nuevo al descubierto la calzada en muchos tramos.
Pasado este primer barranco el firme de la vía ya no se distingue, salvo algunas piedras que sobresalen entre tanta tierra acumulada, al llegar al Barranco de Fuente Aragón, lo cruza por un puente al parecer romano de un solo arco y sin pretil, los ramajes que lo cubren casi por completo y la profundidad no permiten analizarlo mejor.
Cruzado el puente, la vía, tras unos 3 km. se dirigía hasta la Torre de Añués, torre defensiva cuadrada y templo adosado en ruinas, con piedras de sillería muy bien labradas. A su lado hay restos de tumbas al parecer medievales; a pocos metros hay una base rectangular maciza de 5 por 8 m y 1,70 de altura, construida con enormes piedras de sillería muy gastadas, cuya función se ignora, y detrás ocupando el cerro, los restos de una población romana.
Los antiguos reyes cristianos hacían donaciones a los monasterios antes y después de las batallas, antes, para que les fueran propicias, y después, bien para agradecer la victoria, o para hacerse perdonar los pecados cometidos causantes de la derrota, no importando que fuera contra infieles o cristianos.
Miliario extravagante
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