Una vez conquistada Hispania, los romanos integraron sus provincias en el sistema de producción esclavista propio del mundo clásico. Las conquistas romanas proporcionaron abundante y barata mano de obra esclava, procedente de aquellos pueblos que no aceptaron pacíficamente el dominio romano. Pero, además, Hispania fue integrada en el circuito general del sistema económico mediterráneo de los romanos, con el denario como moneda internacional. Roma fomentó que Hispania exportara fundamentalmente materias primas e importara productos manufacturados.
Hispania proporcionaba productos agrícolas de la triada clásica o trilogía mediterránea: trigo, vino y aceite de oliva, aunque el trigo no fue el producto agrícola que más se exportó, sobre todo si lo comparamos con el vino y el aceite, que fue el producto más exportado y más valorado por su altísima calidad.
Los romanos introdujeron importantes cambios en la agricultura en Hispania, especialmente los animales de tiro, el regadío y el barbecho. Extendieron el uso de su arado, la parcelación regular y geométrica de las tierras y los molinos. El campo se explotaba a través de la villa, unidad de producción básica agraria. Las villas se componían de tres partes: la vivienda más o menos lujosa del propietario, un área de almacenes y graneros y, por fin, el latifundio trabajado por esclavos. A partir del siglo III d.C., las villas adquirieron una gran importancia cuando se inició el proceso de ruralización del Imperio romano y del que Hispania no se vio ajena. En ese momento aparecieron los colonos que fueron sustituyendo a los esclavos
Los ojos de Hipatia
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