Después de su regreso a Tarraco, a Escipión sólo le quedaba la misión de consolidar el poder romano en la Península y comunicar al Senado su aplastante victoria, encargo que recayó en su hermano Lucio que partió hacia Roma.
Su posterior labor en Hispania estaría encaminada a castigar a aquellas poblaciones, aliadas de Roma, que se habían significado por su traición años atrás, cuando su padre y su tío fueron derrotados por los cartagineses, como aviso para todas aquellas que pretendieran resistirse al nuevo orden impuesto por Roma; fundamentalmente Iliturgi (de forma muy cruel) y Cástulo.
Considerando su misión en Hispania terminada decidió que era el momento de dar gracias a los dioses y de celebrar un espectáculo en honor de su padre y de su tío, para ello organizó unos juegos de gladiadores en Cartago Nova. Tras los juegos la situación se iba a complicar ligeramente por una serie de sucesos. Una repentina enfermedad de Escipión hizo que circulara el rumor de su muerte. Indíbil y Mandonio, insatisfechos con las recompensas recibidas por su ayuda, y por comprender que el poder de SPQR tenía visos de continuidad en la Península y por tanto lo único que había pasado era que habían cambiado un amo por otro, a lo que se unía su tradicional percepción de alianza personal y no de estado, al creer que Escipión había muerto declararon su ruptura con Roma e iniciaron una revuelta. Por otra parte, las tropas romanas acampadas junto al Júcar, descontentas por su situación de espera, ociosa -si no hacían falta por qué no se les mandaba a casa- y por el adeudo de los pagos, se sublevaron. Esto último era lo que más temía Escipión, pues minaba su prestigio y poder, y por eso se aplicó con diligencia a sofocarla. Tras idear un plan para ganarse la confianza de las tropas amotinadas arrestó y ajustició a los principales cabecillas de la revuelta dejando en libertad a los demás además de entregarles las pagas que se les adeudaba.
En cuanto a la sublevación de los caudillos ilergetas, ésta fue rápidamente sofocada y los cabecillas solicitaron el perdón a cambio de jurarle de nuevo lealtad. Una vez apaciguado el territorio Escipión dio por concluida su misión en Hispania y volvió a Roma.
Hasta aquí, este trabajo es el resultado de copiar y pegar a Javier CABRERO PIQUERO (2000) de su obra Escipión el Africano, Aldebarán Ediciones S.A., Madrid
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