Este río, aunque de bajas aportaciones hídricas, discurre a pocos kilómetros al oeste de Toledo, y a priori solventaba los problemas planteados por los únicos ríos caudalosos cercanos a la ciudad, el Guadarrama y el propio Tajo, de pendientes muy reducidas en sus tramos finales, lo que hubiera obligado a tomar el agua en un punto muy lejano a Toledo.
Los ingenieros romanos edificaron en el Guajaraz un pantano que formó un embalse de grandes dimensiones y que sirvió de castellum inicial de la conducción.
Los problemas derivados de la escasez de los aportes hídricos de este río obligó a ampliar la superficie de la presa con una nueva obra, que incluía el incremento del caudal con el arroyo de San Martín de la Montiña, afluente del Guajaraz.
La capacidad total de este embalse se ha calculado en 3'5 millones de m³.
La presa de Alcantarilla conserva en la actualidad una longitud de 550 m., una altura máxima de 21 m. y presenta un muro en forma de talud con un espesor que supera los 3 m. en la parte alta.
Este muro está formado por un núcleo de opus caementicium, revestido por un paramento de fábrica de diferente tipología.
El de aguas abajo está realizado con la técnica del opus incertum, mientras que el de aguas arriba está recubierto por un lienzo de sillares. En un momento indeterminado, el muro de la presa rompió hacia el interior del embalse, tal y como demuestran los paramentos caídos que hoy pueden verse en todo su tramo central.
Esta presa conserva los restos de la torre de regulación, situada en la margen derecha del Guajaraz, que permitía la salida del agua según las neces necesidades y en la que, lógicamente, tenía su origen el canal de conducción que permitía llevar el agua a Toletum.
El pantano de Alcantarilla pudo ser construido en el siglo I d. C., si atendemos a las similitudes que presenta con el embalse de Proserpina (Mérida).
Tres Culturas
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