De Atamaría a Portmán por una calzada romana entre pinos, palmitos y sabinas moras
Propuesta para un largo fin de semana lluvioso: caminar como patricios por la calzada romana que baja desde la carretera de Atamaría hasta la playa del Lastre (Portmán), algo más de dos kilómetros y medio empedrados con adoquines milenarios que discurren junto al Barranco del Moro en una esquina del Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila.
Lo que vamos a pisar es una joya, en vista de las agresiones que sufren los espacios naturales cercanos a la costa, y lo que queda de un tramo más largo, de unos 12 kilómetros aunque ya completamente descarnado, que continúa desde Atamaría hasta Cabo de Palos pasando por Garcipérez.
La calzada arranca junto a la carretera de Atamaría, algo más de un kilómetro después de pasar por los campos de golf de La Manga Club. En una curva de la calzada, desde donde ya se divisa la bahía de Portmán, una señal nos advierte de la presencia, a la izquierda, de esta primitiva vía de comunicación, construida en su día por las necesidades que generaron las industrias de la minería y los salazones.Tiene su origen en los siglos II-III d. C. y, con sus tres metros de anchura originales, servía para comunicar el Portus Magnus con el Mar Menor y Carthago Nova mediante dos ramales.
La calzada salva el desnivel del Barranco del Moro mediante curvas muy pronunciadas que nos van proporcionando cada vez mejores vistas de la bahía. Precisamente en el arranque del camino es donde nos vamos a encontrar con los tramos mejor conservados. Y ya en el final del recorrido, la calzada romana se difumina al llegar a Portmán, junto a la carretera que lleva al puerto. La extinta Consejería de Desarrollo Sostenible y La Caixa terminaron hace unos meses una actuación conjunta para conservar tanto la calzada como el entorno del barranco. Ambas instituciones han destinado 200.000 euros a adecentar este vestigio de la presencia romana en Hispania. La excursión es corta pero sirve para familiarizarnos con este importante espacio natural, tapizado por palmitos, pinos y sabinas moras -tetraclinis articulata, también conocidas como cipreses de Cartagena-, que se benefician de la humedad que viene del mar. Por cierto: algunos aficionados a la botánica aprovechan los meses de septiembre y octubre para recoger los frutos de la sabina mora, con su característica forma tetramorfa, que ahora están en su punto óptimo para ser plantados. El halcón peregrino y el águila perdicera anidan en los cantiles del cercano Monte de las Cenizas, el alcatraz pesca volando por la cara del mar y el escaso camachuelo trompetero anida en terreno llano.
Y pronto comenzará el espectáculo singular que ofrecen cientos de pequeñas y medianas rapaces, como los halcones abejeros, que utilizan este espacio natural como trampolín para su migración anual hacia el norte de África, donde pasan los meses fríos.
No olvide sus prismáticos por si este mismo fin de semana deciden emprender el viaje.
La Verdad
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