También la explotación de los recursos marítimos se intensifica y se perfecciona en época romana con respecto a la actividad desarrollada anteriormente e impulsada sobre todo por las factorías coloniales griegas y fenicio-púnicas.
La mayor parte de la tradición literaria romana sobre Hispania se hace eco de la riqueza pesquera de sus costas. Concretamente, Estrabón a principios del Imperio y Plinio el Viejo para época flavia, subrayan la importancia de la riqueza piscícola de las costas meridionales atlánticas y mediterráneas llegándose a distinguir 18 tipos de pescados en las descripciones que nos proporcionan, en las que se incluyen también leyendas sobre monstruos marinos como el Tritón de Olisipo (Lisboa) o el pulpo gigante con la cabeza del tamaño de una tinaja que aterrorizaba a los habitantes de Carteia (desembocadura del Guadarranque, en la bahía de Algeciras).
La explotación de semejantes recursos se había iniciado con anterioridad por parte de las factorías coloniales feniciopúnicas, que tienen en Gades (Cádiz) el centro de mayor relevancia en la Hispania meridional, y habían tenido su proyección correspondiente en las costas atlánticas del actual Marruecos, donde Lixus (Larache) constituye la escala correspondiente de las actividades pesqueras en esa costa; la importancia de la pesca y de las factorías de salazones han permitido hablar del "círculo económico del Estrecho". Debemos entender que semejante actividad continúa durante los siglos inmediatamente posteriores a la conquista romana. De hecho, Estrabón documenta que los gaditanos se aventuran hasta las costas mauritanas en busca de pesca con diferentes tipos de barcos, de los que unos, los que utilizaban los pescadores más pobres, eran conocidos como caballos por la cabeza de su proa. Las analogías que se observan en diferentes ámbitos de la cultura material en ambas orillas debe considerarse como manifestación de las intensas relaciones económicas existentes, especialmente relacionadas con la pesca.
A partir de la época de Augusto se constata arqueológicamente la existencia de una importante remodelación en el sector, que se materializa en el desarrollo, en los más importantes centros urbanos de la Hispania meridional, de una red de factorías de salazones compuestas por piscinas cuadradas yuxtapuestas, que se documentan desde la actual provincia de Alicante hasta la costa sur de Portugal; destacan especialmente los restos encontrados en Baria (Villaricos, Almería), Sexi (Almuñécar, Granada), Carteia (Bahía de Algeciras) y Baelo (Bolonia, Cádiz). Su actividad se proyecta en un mismo espectro cronológico ya que todas inician su actividad durante el principado de Augusto y entra en crisis en el contexto de las grandes transformaciones que se producen en el Imperio durante la llamada crisis del siglo III d.C., con excepción de la de Baelo que continúa produciendo con posterioridad. La amplia extensión de las factorías expresa la intensidad de la explotación pesquera y la importancia de la industria de salazones, que a su vez condiciona el desarrollo en sus cercanías de otras actividades económicas tales como las correspondientes salinas o los hornos fabricadores de ánforas para la exportación del producto. La proximidad en la que se encuentran las salinas de Torrevieja con respecto a las factorías de salazones en Carthago Nova, donde se constata la existencia de una asociación de productores de salsa de pescado (garum), o de los hornos descubiertos en el Rinconcillo (Bahía de Algeciras) con respecto a la factoría de Carteia, expresan las implicaciones de esta industria, cuyo funcionamiento exige también un importante volumen de agua con la consiguiente construcción de importantes acueductos para su abastecimiento. El producto de mayor valor que se fabrica en estas factorías está constituido por el garum, una salsa picante fabricada con las vísceras de determinados escómbridos entre los que resultan de especial predilección el atún y la caballa. El producto obtenido tras la maceración podía alcanzar precios exorbitados en el mercado. Concretamente, Plinio alude a que dos medidas de garum cuestan hasta 1.000 denarios; se trata, sin duda, de la salsa que las propias ánforas registran como garum de la mejor calidad, que contrasta con otros conocidos como muria de segunda clase y muria malacitana.
La mayor parte de la tradición literaria romana sobre Hispania se hace eco de la riqueza pesquera de sus costas. Concretamente, Estrabón a principios del Imperio y Plinio el Viejo para época flavia, subrayan la importancia de la riqueza piscícola de las costas meridionales atlánticas y mediterráneas llegándose a distinguir 18 tipos de pescados en las descripciones que nos proporcionan, en las que se incluyen también leyendas sobre monstruos marinos como el Tritón de Olisipo (Lisboa) o el pulpo gigante con la cabeza del tamaño de una tinaja que aterrorizaba a los habitantes de Carteia (desembocadura del Guadarranque, en la bahía de Algeciras).
La explotación de semejantes recursos se había iniciado con anterioridad por parte de las factorías coloniales feniciopúnicas, que tienen en Gades (Cádiz) el centro de mayor relevancia en la Hispania meridional, y habían tenido su proyección correspondiente en las costas atlánticas del actual Marruecos, donde Lixus (Larache) constituye la escala correspondiente de las actividades pesqueras en esa costa; la importancia de la pesca y de las factorías de salazones han permitido hablar del "círculo económico del Estrecho". Debemos entender que semejante actividad continúa durante los siglos inmediatamente posteriores a la conquista romana. De hecho, Estrabón documenta que los gaditanos se aventuran hasta las costas mauritanas en busca de pesca con diferentes tipos de barcos, de los que unos, los que utilizaban los pescadores más pobres, eran conocidos como caballos por la cabeza de su proa. Las analogías que se observan en diferentes ámbitos de la cultura material en ambas orillas debe considerarse como manifestación de las intensas relaciones económicas existentes, especialmente relacionadas con la pesca.
A partir de la época de Augusto se constata arqueológicamente la existencia de una importante remodelación en el sector, que se materializa en el desarrollo, en los más importantes centros urbanos de la Hispania meridional, de una red de factorías de salazones compuestas por piscinas cuadradas yuxtapuestas, que se documentan desde la actual provincia de Alicante hasta la costa sur de Portugal; destacan especialmente los restos encontrados en Baria (Villaricos, Almería), Sexi (Almuñécar, Granada), Carteia (Bahía de Algeciras) y Baelo (Bolonia, Cádiz). Su actividad se proyecta en un mismo espectro cronológico ya que todas inician su actividad durante el principado de Augusto y entra en crisis en el contexto de las grandes transformaciones que se producen en el Imperio durante la llamada crisis del siglo III d.C., con excepción de la de Baelo que continúa produciendo con posterioridad. La amplia extensión de las factorías expresa la intensidad de la explotación pesquera y la importancia de la industria de salazones, que a su vez condiciona el desarrollo en sus cercanías de otras actividades económicas tales como las correspondientes salinas o los hornos fabricadores de ánforas para la exportación del producto. La proximidad en la que se encuentran las salinas de Torrevieja con respecto a las factorías de salazones en Carthago Nova, donde se constata la existencia de una asociación de productores de salsa de pescado (garum), o de los hornos descubiertos en el Rinconcillo (Bahía de Algeciras) con respecto a la factoría de Carteia, expresan las implicaciones de esta industria, cuyo funcionamiento exige también un importante volumen de agua con la consiguiente construcción de importantes acueductos para su abastecimiento. El producto de mayor valor que se fabrica en estas factorías está constituido por el garum, una salsa picante fabricada con las vísceras de determinados escómbridos entre los que resultan de especial predilección el atún y la caballa. El producto obtenido tras la maceración podía alcanzar precios exorbitados en el mercado. Concretamente, Plinio alude a que dos medidas de garum cuestan hasta 1.000 denarios; se trata, sin duda, de la salsa que las propias ánforas registran como garum de la mejor calidad, que contrasta con otros conocidos como muria de segunda clase y muria malacitana.
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