sábado, 6 de abril de 2019

Segunda guerra celtíbera

Segunda guerra celtíbera, o de los belos, titos y arévacos, o del fuego

La excusa para el comienzo de la segunda fase de la guerra (154-152 a. C.) ocurre en el 154 a. C. con la ampliación de la fortificación de Segeda, capital de los belos.​ El Senado romano lo consideró como una infracción de los acuerdos de Graco de 179 a. C. y una amenaza para sus intereses en Hispania. Sin embargo, Polibio​ atribuye el origen de la guerra al comportamiento de los gobernadores romanos, que habían convertido la administración romana en insoportable para los indígenas.
El senado romano prohibió continuar la muralla y exigió, además, el tributo establecido con Graco. Los segedenses arguyeron que la muralla era una ampliación y no una nueva construcción y que se le había exonerado del pago del tributo después de Graco.
Roma envió al Cónsul Nobilior al mando de 30 000 hombres. Al enterarse los habitantes de Segeda, se refugiaron en Numancia, oppidum de la tribu de los arévacos, donde eligieron jefe de las dos tribus, arévacos y belos, a Caro de Segeda. Nobilior marchó por el valle del Ebro hacia Segeda, donde destruyó la ciudad, tomo Ocilis (Medinaceli) y avanzó por Almazán hacia Numancia. En el camino, Caro con 20 000 soldados y 5000 jinetes logró emboscar a los romanos cuando pasaban, causándoles 6000 bajas, pero al perseguirlos en desorden, la caballería romana cayó sobre él, matando al mismo Caro y salvando al ejército. Después llegó ante Numancia, donde se le unieron tropas enviadas por Massinisa, que incluían diez elefantes de guerra, pero sufrió otra dura derrota al desbandarse dichos animales. Tras varias derrotas y de pasarse Ocilis, donde mantenía las provisiones y el dinero, al bando de los celtíberos, a Nobilior no le quedó otro remedio que recluirse en su campamento a pasar el invierno, donde murieron muchos soldados de frío y en escaramuzas con los indígenas.
Al año siguiente, llegó como sucesor en el mando el cónsul Claudio Marcelo con 8000 soldados y 500 jinetes, cercó a Ocilis a la que supo atraerse y les concedió el perdón. Ante las condiciones magnánimas de rendición, rehenes y cien talentos de plata, Nertobriga también pidió la paz. Marcelo les puso la condición de que todos los pueblos, arévacos, belos y titos, la pidieran a la vez, cosa que consiguió, pero algunos pueblos se opusieron porque habían soportado sus razias durante la guerra. Marcelo decidió enviar embajadores de cada parte para que dirimieran sus rencillas y recomendó al Senado la aprobación de los tratados. El Senado desestimó la oferta de paz y preparó un nuevo ejército al mando del cónsul Licinio Lúculo, quien tenía como lugarteniente a Publio Cornelio Escipión Emiliano.
Marcelo declaró de nuevo la guerra a los celtíberos, que tomaron la oppidum de Nertóbriga, persiguió a los numantinos acorralándolos en la ciudad. El jefe de los numantinos, Litennón, pidió la paz en nombre de todas las tribus. Marcelo exigió rehenes y dinero y aceptó la paz antes de la llegada de Lúculo.

(Wikipedia)

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